domingo, julio 08, 2012

Querido diario:

Ayer vi a Bruce Sterling en la exposición de Sophie Calle. Por supuesto no es verdad, pero si pudiera escribir sin sonrojo ni arcada: "Ayer vi a Bruce Sterling en la inauguración de la exposición de Sophie Calle en Bilbao", ya estaría a menos de un paso de entrar en el mundo de la gran literatura y mis compañeros de trabajo me querrían.

martes, mayo 29, 2012

Ejercicio de apocaliptismo cultural #463 (Lleva un godito en tu corazón)

¿Qué hay detrás de los remakes? A primera vista una falta de creatividad. Con un poco de reflexión y tal vez mucha paranoia, una colonización generacional, una entrada no exenta de violencia en el territorio de la imaginación para imponer como única la forma de nuestra nostalgia.

Las generaciones de la memoria ruidosa, aquellas cuyos recuerdos no están congelados serenamente en la imagen fotográfica sino que se acumulan, y cada vez más, en el video, el audio y sus etcéteras, parecen no soportar la idea de que las nuevas generaciones (eso sí, para nada menos ruidosas) tengan sus propias historias. Otra vez Mazinger, otra vez Meteoro, otra vez los Caballeros del Zodiaco, Dragon Ball, El Chavo, Los Victorinos, etc.

Al final, todos nos encontraremos y seremos uno en el finito universo de una homogénea infancia que no pudimos aceptar como cambiante, mucho menos simultáneamente múltiple.

sábado, marzo 24, 2012

Final perdido para cuento olvidado

Llego al claro y extraño la luna, pero puedo ver el brillo de los ojos disfrazado en las sombras. El lobo. Me acerco y él camina hacia mí. Sonrío y él sonríe. Pero no, no sonríe. Su hocico parece incómodamente enorme y babea siguiendo el ritmo espeso de su respiración. Lo arruga con desconfianza. De pronto oigo algo tras de mí. Doy la vuelta y lo veo.

Un lobo. Es más pequeño y flaco. Parece un perro salvaje. Y detrás de él otro más.

—Un lobo —susurro, y empiezo a temer. El tercero es enorme como una mano capaz de aplastarme. Todos se acercan despacio. Un cuarto lobo gruñe a mi derecha. —¡Un lobo! —intento gritar, pero apenas gimoteo. Tiene el pelaje largo y pegoteado. El calor de sus alientos empieza a rodearme junto con el olor reconcentrado de la sangre y la carne putrefacta. No sé en qué momento llega el quinto, pero estoy seguro de que ahora hay uno más.

El miedo resulta incontenible y finalmente estalla para salir de mi cuerpo. —¡Un lobo, un lobo! —grito con desesperación y me hace eco el eco de un disparo incongruente en algún lugar muy alejado. Por un instante brevísimo, antes del dolor, el primer mordisco se siente como una bienvenida. Claro, pienso al final. Claro.