Se aíra un profesor caleño en la sección de cartas de los lectores de El Espectador: "las universidades son el emporio de la fotocopia". Eso va en medio de otro lamento por la muerte del libro y, con él, de la cultura. Claro. Son la misma cosa. Por eso sólo empecé a leer de verdad cuando conseguí con qué comprar libros.
Nadie ha hablado de lo perjudicial que es para el entendimiento (y, a la larga, para la cultura) leer en hojas carta apaisadas y grapadas. La grapa es la clave, me atrevo a especular. Los estudios y las celebraciones del papel del papel en la evolución de Occidente han quedado incompletos por los siglos de los siglos, porque sólo le reconocen a la encuadernación méritos de comodidad y almacenamiento. Qué va. Somos lo que somos (quienes lo somos, claro está; los que no leen o los que leen en fotocopias no, ni soñarlo) gracias al lomo de los libros. La conclusión es vieja: qué burro el pasado, qué burro el futuro.
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