El ruido del teléfono retumbó en la mesa de entrada.
—¿Aló? —dijo, justo antes de recordar que no había ido hasta allí ni levantado la bocina.
—¿Aló? —y cayó en cuenta de que caer en cuenta no era suficiente. El teléfono seguía timbrando.
Fue hasta la mesa y levantó la bocina: —¿Aló?
Pero de todos modos no oyó nada porque no la había puesto contra el oído.
lunes, mayo 28, 2007
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