Qué aburrición estar despierto hoy.
En los días quietos parece que el tiempo pasara en otra parte, como por lo general suelen hacer la historia (con mayúscula), la buena suerte o la felicidad. Parece en el primer momento que no hay tiempo y se mira cada nada el reloj esperando que se sienta aventurero y haya tenido algún arrebato, pero él está tan o igual de aburrido que uno y levantar cada segundo para avanzar le cuesta. Entonces uno se da cuenta de que ya es mediodía, dos días más luego, y para no sufrirse la imaginación pensando en la tarde que todavía falta almuerza, pues ni hambre es que se tenga, seguramente con pasta, cada tirita amarilla adormecida sobre el plato como un instante, una hora, una impaciencia, apelmazada contra las otras, indiferente, insoportable al segundo bocado. Qué gran cosa sería entonces que el día fuera como una ensalada, fresca, verde y crujiente, con sus gotitas de ácido. En medio de la quietud los sonidos llegan con la claridad de un televisor con un solo canal: el computador ronronea de infelicidad, los carros se persiguen y se empujan, la silla chirrea, las puertas de las otras oficinas se abren y se cierran, en cualquier orden, tal vez sin dejar entrar o salir a nadie, sólo por hacerlo y no entumirse. Una sirena, un teléfono, una voz ajena, las uñas que crecen, el almanaque recitándose solito con la música de los pollitos o de la iguana tomaba café. Y apenas van cinco minutos. No hacemos ningún esfuerzo por mantenernos a flote en medio de esta viscosidad porque, a pesar de todo, es más densa que nosotros, y en su apenas trasluz vemos pasar lejos las siluetas de los días activos ajenos, que ni siquiera se paran a mirarnos en medio de la pecera enorme, porque saben que a lo mejor mañana o pasado les toca el turno, aunque el celular les diga otra cosa.
viernes, junio 15, 2007
martes, junio 12, 2007
La verdad penúltima
En un artículo inédito de la Revista Semana estuvo a punto de revelarse que la responsabilidad de todos los desequilibrios sufridos por Colombia le corresponde a cierta sociedad secreta de ancianos que, desde las sombras (y cómo no), mueven los hilos a su antojo con el único y siniestro fin de seguir teniendo tema de conversación.
Una corrección
La voz unicornio más que a la teratología animal pertenece a la verbal, pues la palabra es un monstruo compuesto por una raíz latina (unicus: único, uno solo) y una raíz griega (ornithos, ornos: pájaro) y se refiere a algún bosque incierto en la antigua Europa Central, famoso por ser el único lugar del mundo conocido con tan solo un pájaro. Desafortunadamente, la palabra nos permite saber de la existencia de un lugar semejante, pero no nos dice nada sobre las características de ese pájaro solitario, cosa que implica una doble laguna en el bestiario, pues de esta manera no sólo desconocemos al ave sino que debemos suprimir al unicornio de la fábula conocida. Al parecer la confusión que vinculaba el nombre unicornio a la zoología y no la geografía, como correspondería, se debe a la costumbre del pájaro de usar como percha el cuerno único que nacía de la frente de cierta criatura blanca, semejante a un caballo pequeño, que también habitaba en su bosque.
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