sábado, junio 02, 2007

¿Natacha?

Las horas en que se me ocurre que no sé cómo se escribe bien ese nombre: ¿es Natasha o Natacha? Siempre me sonó más a lo primero, pero no creo haberlo visto escrito así.

martes, mayo 29, 2007

Paralaje del sembrador

Con el perdón de Jesús, a pesar de todo maestro de lo más interesante, es cierto que se cosecha de lo mismo que se siembra (deberíamos decir solamente), pero, añadamos como aclaración, se cosecha justo donde se siembra; es decir, así como obtendremos peras en un peral, también resulta que las conseguiremos en el lugar donde las sembramos y no a dos kilómetros de allí, donde sembramos olivas o guayabas, y donde con casi toda certeza cosecharemos guayabas u olivas. Y si hay peras tal vez las gracias le correspondan a algún pájaro pasajero, por eso siembra, lo que se dice siembra, no es que sea, así que menos cosecha. De modo que, cristianos paranoicos del mundo, a relajarse, que si por algún desacierto o distracción moral terminaron sembrando un rencor o una pena, rencores y penas se cosecharán allí y solo allí y no en el resto de la superficie de la vida, como si una persecución monomaníaca se desplazara bajo y entre la tierra, siguiendo nuestros pasos para brotar de súbito, y con justicia divina y airada, en el momento en que, por descuido o falta de ganas, nos detuvimos un ratico.

lunes, mayo 28, 2007

Natalia

Dijo que se cambiaba el nombre para no reconocer en público la pena que le impuso el entusiasmo de su papá, después de volver de la URSS, al ponerle Natasha. Yo la llamaba los miércoles por la noche (no me pregunten) y escuchaba a la familia gritando en latín al fondo del teléfono, como mostros del espejo esperando su hora, mientras la abuelita dudaba un momento antes de pasármela. Reaccionaba al oír su voz dura y disimulada y muy seguramente no hablábamos de nada. En un balcón que daba a un patio que tal vez no existía porque la noche no dejaba verlo se tuvo que aguantar mi versión número treinta mil (ochocientos siete) del discurso “no voy a volver a escribir” (nunca jamás). Pensé entonces que era mejor dedicarse a ayudar a los que tenían más aptitud y esperanza, como ella. Ojalá siga escribiendo. Una tarde espantó a las abejas de un bosque fumando bareta debajo de un árbol con panal y se lamentó como media hora, repartida en distintas conversaciones a lo largo de una semana.

Final del cuento

El ruido del teléfono retumbó en la mesa de entrada.
—¿Aló? —dijo, justo antes de recordar que no había ido hasta allí ni levantado la bocina.
—¿Aló? —y cayó en cuenta de que caer en cuenta no era suficiente. El teléfono seguía timbrando.
Fue hasta la mesa y levantó la bocina: —¿Aló?
Pero de todos modos no oyó nada porque no la había puesto contra el oído.

Encuesta

Cuando se aburren, ¿dibujan espirales con giros hacia adentro o hacia afuera?

S.O.S.

¡Que alguien encuentre, por favor, el símil que remplace al del témpano! Nos estrellamos con la aburrición de un lugar común fastidiosamente útil. Manden paciencia.