jueves, mayo 24, 2007

Natasha

Hay dos cosas de las que no llevo la cuenta: el número de veces que aludió a su propia muerte (P. ¿Por qué hace eso? R. Porque me quiero morir) y el número de veces en que, ya sin hablarnos, me la he encontrado de casualidad (así ella se haga la que no me ha visto). Por eso la última vez que la vi sólo pude pensar en mi propia muerte, como si ella se hubiera convertido en una especie de emblema y se le hubieran disuelto con el tiempo de no verla los demás rasgos que eran ella para mí. Una parte, claro, se pregunta si todavía le da vueltas a la idea o ya no se las da de lo afianzada que está, sólo a la espera, pero otra parte la entiende perfectamente, sea cual sea la decisión que haya tomado. La oigo hacer una pregunta simple pero con una tristeza que duele; creo incluso que se le quiebra la voz mientras la hace: desesperadamente sola en la primera fila de un auditorio (evitó la tercera cuando me vio). Tarde o temprano llegaremos al punto en que desahogar la tristeza haciendo preguntas perdidas sea la única manera de seguir viviendo, como si respirar dejara de ser un sustento para pasar a ser una razón, la única y hasta última.

Génesis

En el principio había seis palabras. Siete con el título. Once, entonces. Veinte. Y vio Dios ser bueno. Línea dos.

miércoles, mayo 23, 2007

Pequeñas falacias

[Un ejercicio de traducción de poemas chinos y japoneses. Aclaración sólo para los curiosos (los demás bien pueden devolverse: devolverse pueden bien demás los, etc., o dar un salto de líneas): no tengo la más remota de chino ni japonés.]

El día quieto
y la lluvia
hacen un poema.
*
Oigo caballos en el camino
y una voz que le pregunta a mi yerno
la ruta para Pjong-Meng.
Mi hija me trae sopa.
Afuera es verano
y yo tengo frío.
*
En el techo una pelota de trapo
Se moja abandonada
Desde hace tres lluvias
Un niño llora
*
La libélula y el murciélago
se encuentran.
No sabemos qué se dicen.
La libélula sigue su vuelo.
*
El sol madura el melocotón en su rama.
El viento y el pico de un pájaro lo hacen caer.
La tierra lo pudre.
*
Todos los días veía a tu madre
Bajar por el camino que lleva al pueblo.
Todos los días la quise
Y al día siguiente más.
La quería más tan solo de verla volver del pueblo.
La quise aún cuando volvió de la mano de tu padre.