jueves, marzo 19, 2009

Gira y da vueltas

[Hace muchos años (1998), cuando estaba como en segundo semestre, vi una materia que se llamaba Simbólica y Literatura. Para el trabajo final debíamos escoger un símbolo y hacer una investigación sobre él. Yo escogí la espiral, no recuerdo por qué. Tampoco me acordaba de qué había hecho entonces, hasta que me topé con una carpeta de archivos viejos. Esta es parte del trabajo que presenté; quedan faltando unos fragmentos y unos dibujos, además de un cuento de cuya autoría no quiero responsabilizarme.]

Los árboles crecen en espiral. Nosotros no lo notamos y a ellos no les importa.

La espiral se ha vuelto figura repetitiva para decorar, y más si se le endilga forma de planta. De esa manera se unen y representan el crecimiento, más lo que sea que la planta nos quiera decir. Vemos espirales fitoformes en las columnas dóricas, en los relieves y los mosaicos romanos, en algunos mosaicos árabes de cúpulas de mezquita, en cerámica, en relieves de templos hindúes, y los etcéteras que se quieran. La forma favorita tal vez sea el acanto, planta que juega a hacerse la interesante representando la belleza con espinas, ninfa que era, transformada por Apolo.

La espiral del báculo obispal simboliza la fuerza creadora.

Cuando la espiral se acompleja se puede volver laberinto. Por eso es que hay que quererla. Laberinto significa, en griego, perderse. Cuando esto ocurre se convierte en el resguardo del centro al cual hay que llegar. Si se tiene la suerte de toparse con imágenes de laberintos que estén acompañadas de figuras humanas se verá que siempre están afuera, o si acaso en la entrada.

Originalmente los laberintos tienen una sola ruta, después es que se complican, al convertirse en trampas. Eso puede pasar porque en el centro espere una sorpresa desagradable…

O porque alguna intención oscura se encarga de convertirlo en una forma de hacer caer a los demás.

La espiral es el universo creado en evolución…

O la galaxia en expansión.

Es también el hálito vital, el soplo creador. Para los griegos, si giraba hacia la derecha tenía un carácter creador y se le atribuía a Palas Atenea. Si giraba hacia la izquierda su carácter era destructivo y se la endilgaban a Poseidón.

Considerando su crecimiento y desarrollo vertiginosos, no estaría de más otorgar a la espiral una familiaridad con lo difícilmente definible.

En la naturaleza las hay centrífugas, como el huracán o las galaxias, centrípetas como el remolino (recordemos a Poe) y estáticas, como el caracol, o el fósil de algún molusco similar, que para el caso es lo mismo.

A las espirales crecientes (las centrífugas) se les considera positivas y solares. Las decrecientes (centrípetas) y las petrificadas (estáticas), lunares y negativas.

También se pueden mirar dependiendo de su ubicación: pueden ser centrales (ej. el laberinto o el remolino) si giran sobre un centro quieto, y terminales (ej. la cola de la serpiente), si se presentan al final de una línea, como continuación o conclusión de esta. Las primeras representan lo cambiante inmutable. Las segundas lo que puede comenzar a ser o que además es.

Como sea, la espiral es el símbolo perfecto del cambio y la evolución. Vuelve a comenzar, ya no es igual, y así. No hay mayor misterio.