jueves, diciembre 01, 2011

Las paralelas nunca se encuentran. Metafóricamente, no importa.


Hace años, casi veinte, jugaba Dungeons & Dragons. No es una confesión porque no deben quedar muchas personas que no lo sepan. Digamos que es una admisión, con una finalidad narrativa: cada vez que la empresa que lo producía sacaba un suplemento nuevo, el universo de las reglas se trastocaba. Había cosas que no se podían volver a jugar porque no estaban contempladas dentro del nuevo sistema, así como justo antes de eso había cosas que no se jugaban porque nadie había dicho cómo se veían en forma de reglas conocidas. Éramos pequeños y era un juego.

Ahora pertenezco al gremio de la corrección de estilo. Pues bien: cada que la Real Academia de la Lengua reconsidera su gramática se nos trastoca la tarea. Dejamos de escribir Qatar para escribir Catar, porque así lo dicta. O ya no escribimos 1º sino 1.º, porque, claro, así es más lógico, y antes de esa observación la manera en que lo escribíamos no tenía sentido y el mundo era un caos de desinformación. Separamos los signos $ y % de los números que acompañan porque corresponden a palabras y entre palabras debe haber un espacio, o ya no usamos puntos para señalar los miles en una cifra porque la globalización nos está enredando la diferencia entre punto y coma (culpa de los gringos, obvio). O simplemente nos negamos a usar una palabra porque no se encuentra en el diccionario (que es como las páginas amarillas del idioma (chiste local)), no importa que la usemos a diario y que prácticamente todas las personas que conocemos, con la posible excepción de correctores o puristas demasiado celosos, la entiendan. Pero somos adultos y se trata de una cosa seria.