jueves, julio 26, 2007

Hilo

Dios, viejísimo, se encuentra en medio de la Nada el cabo de un hilo, se enreda con él, como nos toca a nosotros cuando no vemos por dónde pasó una araña, y después de superar la molestia lo agarra y lo observa. El hilo llega desde el infinito oscuro, lleno de colores: si le diera alguna luz brillaría como un prisma. Dios se concentra apretándolo entre las yemas de los dedos (o su equivalente) y se deja llevar. Repasa desde el final hasta el principio una historia que ya se le había olvidado, viéndola engordar de a poquitos, convertirse en una cuerda gruesa, enorme y anudada y adelgazar otra vez, hasta terminar con su cara en el otro extremo, sorprendida y vieja, sosteniendo el principio del mundo.

martes, julio 24, 2007

Los dragones de los Cien Pesares

«...teníamos siempre una estera por persona y una cabecera de lana cubierta de dragones negros y rojos... Al final de la tercera pipa los dragones se movían y peleaban. Yo los he mirado durante muchas, muchas noches. Me medía de esa forma, y ahora necesito una docena de pipas para hacerlos dar vueltas. Además están todos rotos y sucios, como las esteras, y el viejo Fung Tching ha muerto...»
—Rudyard Kipling, "La Puerta de los Cien Pesares" (Traducido por Jorge Luis Borges)

Puente

“Yo me soñé que…” le va diciendo él a ella. Al fondo se eleva un avión, como un mestizaje entre bala y cruz, apenas más oscuro que el cielo gris. Junto a la calzada hay un jazmín en flor.