sábado, septiembre 10, 2011

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Quiero un gato para ponerle Sudoku. Que sea a rayas. Después me las arreglo con el hecho de que no se crucen. Que maúlle números en japonés. Que el número de maullidos sea siempre nueve. Que el orden cambie siempre. Que quiera decirme algo con cada serie distinta de maullidos, 45 ideas complejas que no le voy a entender. Pero que nos entendamos, de todas formas. Yo lo aguanto, él me aguanta. Que de vez en cuando me muerda sin razón y yo me lo sacuda con rabia y nos miremos fijamente cuando caiga en el rincón (de pie, claro: no esperamos mayor falta de originalidad en un gato), con cara de cuchillo él y con cara de zarpazo yo. Entonces me maullará el inicio de algo y decidirá que no va a desperdiciar su filosofía conmigo. Gato hijuemadre.

viernes, septiembre 09, 2011

Monterrosiana

Ventaja del hombre invisible: muy al contrario (o al contrarísimo) de los vampiros, se refleja en todas las superficies. Su favorita (la fascinación a medio camino entre la alegría y el vértigo) es la hoja en blanco.

miércoles, septiembre 07, 2011

¡Arriba los libros, abajo las fotocopias! (así quedan sin arrugas)

Se aíra un profesor caleño en la sección de cartas de los lectores de El Espectador: "las universidades son el emporio de la fotocopia". Eso va en medio de otro lamento por la muerte del libro y, con él, de la cultura. Claro. Son la misma cosa. Por eso sólo empecé a leer de verdad cuando conseguí con qué comprar libros.

Nadie ha hablado de lo perjudicial que es para el entendimiento (y, a la larga, para la cultura) leer en hojas carta apaisadas y grapadas. La grapa es la clave, me atrevo a especular. Los estudios y las celebraciones del papel del papel en la evolución de Occidente han quedado incompletos por los siglos de los siglos, porque sólo le reconocen a la encuadernación méritos de comodidad y almacenamiento. Qué va. Somos lo que somos (quienes lo somos, claro está; los que no leen o los que leen en fotocopias no, ni soñarlo) gracias al lomo de los libros. La conclusión es vieja: qué burro el pasado, qué burro el futuro.