jueves, noviembre 22, 2007
'Piedad: Nos echaron'
Junto a la torpeza ruidosa de Chávez cualquiera se ve bien. Son tiempos muy convenientes para ser el presidente del país de al lado.
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martes, noviembre 20, 2007
5:15
Toda mi vida ha sido vivida por otra persona, en otra parte. La siento irse, hacerse cada vez más tenue; no voy a preguntar.
miércoles, octubre 03, 2007
tan solo somos puntos punto los puntos que aguardan a alguien que les corresponda sus ies coma los puntos suspensivos de una duda o una espera punto la menor marca y la menos comprometida coma el accidente de un lápiz que cae punto puros alientos silenciosos dándole sentido a las frases de otros punto
domingo, agosto 12, 2007
Vidaliana
Hay guantes —y por alguna razón suelen ser los rojos, velludos por fibras de lana— que tienen la costumbre de vestirse una mano cuando sufren de frío. Al parecer no son las únicas prendas con esas tendencias, y cuando los fríos de abril se condensan en gotas, las casas con problemas de calefacción se vuelven una enciclopedia menor de fantasmagorías bufas. Las molestias que causen pueden siempre resolverse con una buena charla y algunas garantías intercambiadas, pero, y vuelvo a los guantes rojos y despeinados, en casos como este parece persistir, por encima de todo acuerdo, una malicia sonriente que los mantiene en su juego. Por eso no hay que sorprenderse más de la cuenta al toparse con un guante inflado y cómodo, como si a alguien (que bien podría ser uno mismo) se le hubiera olvidado sacar la mano al quitárselo. La sorpresa de las personas los divierte y con ello se alimenta el ego dactiliforme de los guantes rojos y felpudos, lo que llevaría, inevitablemente y con el tiempo, a su emancipación, cosa que no aceptaremos por lo menos hasta dentro de un par de meses, y con posibilidades de reconsideración cada noche y hacia el final del año. De modo que si se topa usted con su guante rellenito y cómodo, esperando sobre una mesa, no se asuste ni piense que alguien o algo lo viste mientras usted se descuida; tan sólo sacúdalo un poco, acompañando el movimiento con una o dos reconvenciones, evitando eso sí, dentro del más de sus posibilidades, llegar a creer que cinco protuberancias piensan más que una.
jueves, julio 26, 2007
Hilo
Dios, viejísimo, se encuentra en medio de la Nada el cabo de un hilo, se enreda con él, como nos toca a nosotros cuando no vemos por dónde pasó una araña, y después de superar la molestia lo agarra y lo observa. El hilo llega desde el infinito oscuro, lleno de colores: si le diera alguna luz brillaría como un prisma. Dios se concentra apretándolo entre las yemas de los dedos (o su equivalente) y se deja llevar. Repasa desde el final hasta el principio una historia que ya se le había olvidado, viéndola engordar de a poquitos, convertirse en una cuerda gruesa, enorme y anudada y adelgazar otra vez, hasta terminar con su cara en el otro extremo, sorprendida y vieja, sosteniendo el principio del mundo.
martes, julio 24, 2007
Los dragones de los Cien Pesares
«...teníamos siempre una estera por persona y una cabecera de lana cubierta de dragones negros y rojos... Al final de la tercera pipa los dragones se movían y peleaban. Yo los he mirado durante muchas, muchas noches. Me medía de esa forma, y ahora necesito una docena de pipas para hacerlos dar vueltas. Además están todos rotos y sucios, como las esteras, y el viejo Fung Tching ha muerto...»
—Rudyard Kipling, "La Puerta de los Cien Pesares" (Traducido por Jorge Luis Borges)
—Rudyard Kipling, "La Puerta de los Cien Pesares" (Traducido por Jorge Luis Borges)
Puente
“Yo me soñé que…” le va diciendo él a ella. Al fondo se eleva un avión, como un mestizaje entre bala y cruz, apenas más oscuro que el cielo gris. Junto a la calzada hay un jazmín en flor.
jueves, julio 12, 2007
Tanto para escoger y tan poco seso
¿Perros o gatos?
¿Platón o Aristóteles?
¿Oriente u occidente?
¿Beatles o Stones?
¿Televisión o libros?
¿Clásico o barroco?
¿Izquierda o derecha?
¿Razón o sentimiento?
¿Realidad o ficción?
¿Amor y odio?
¿Platón o Aristóteles?
¿Oriente u occidente?
¿Beatles o Stones?
¿Televisión o libros?
¿Clásico o barroco?
¿Izquierda o derecha?
¿Razón o sentimiento?
¿Realidad o ficción?
¿Amor y odio?
sábado, julio 07, 2007
Johanna y Valeria y los vampiros y yo
Algo tendría que hacer ella ese día y ni idea de qué pasaba entonces por la cabeza de los cine clubes, si es que tienen una aparte de la de dotación de quien los dirige, pero junto con Betty Blue y Saló se repetía Valeria y los vampiros como si fuera un cuento de Caicedo. Johanna me había dicho ya varias veces que quería ver la película y yo, hasta el momento, no la había oído mentar y no imaginaba de qué iba. Las cosas cambian y hoy no recuerdo de qué va. Nos despedimos en la puerta o cerca de la puerta del lugar al que ella tenía que ir de cualquier manera y después de dos cuadras de ocio meditativo cogí el bus y me fui a El Muro. Qué me pasaba a mí por la cabeza, si es que tengo una, no tengo ni idea. Al final ni entendí la película y sólo tengo la imagen de unas gotas de sangre cayendo sobre el pasto y de unos tipos con látigos corriendo por la calle y gritando. Traté de meter la imagen de los látigos en una historia que estuve tramando años después, también con vampiros, pero la falta de atención del mundo exterior terminó matándola. Los pobres vampiros no murieron por insolación sino de desolación.
Tampoco me acuerdo de lo que pasaba la tarde en que se destapó la verdad, pero creo recordar que hice un comentario del tipo torpe: “En Valeria y los vampiros pasa algo parecido”. Johanna abrió los ojos: “¿La viste?” Mierda. “Pero habíamos quedado de ir a verla juntos… ¿Cuándo la viste?” Justo el día en que ella no podía. Sin espejos, me vi asquerosamente miserable y me dio miedo de lo más peor que se me ocurría en esa época. También creo que pensé que botarme por una película sería muy elemental, pero bueno, terminar una relación puede ser un acto de lo más elemental. Las cosas no terminaron allí, de eso estoy casi seguro, pues tengo otros recuerdos que lo discuten (a menos que me los haya inventado, y ahí sí tengo problemas), pero de cualquier manera no hubo final feliz, más bien porque no los hay, porque los finales y la felicidad en la vida son escasos y de naturaleza variada y por matemática tienen pocas probabilidades de coincidir. Hubo un final y hubo felicidad, eso sí, aunque no necesariamente en ese orden y no entonces. Hubo luego más finales y otras felicidades, de cada uno por su lado. Pero igual que esa vez, egoísta y torpe, sólo podría dar razón de los que me tocaron (no los que me correspondieron sino que se acercaron y me tocaron, pues de otra manera no me habría dado cuenta).
Tampoco me acuerdo de lo que pasaba la tarde en que se destapó la verdad, pero creo recordar que hice un comentario del tipo torpe: “En Valeria y los vampiros pasa algo parecido”. Johanna abrió los ojos: “¿La viste?” Mierda. “Pero habíamos quedado de ir a verla juntos… ¿Cuándo la viste?” Justo el día en que ella no podía. Sin espejos, me vi asquerosamente miserable y me dio miedo de lo más peor que se me ocurría en esa época. También creo que pensé que botarme por una película sería muy elemental, pero bueno, terminar una relación puede ser un acto de lo más elemental. Las cosas no terminaron allí, de eso estoy casi seguro, pues tengo otros recuerdos que lo discuten (a menos que me los haya inventado, y ahí sí tengo problemas), pero de cualquier manera no hubo final feliz, más bien porque no los hay, porque los finales y la felicidad en la vida son escasos y de naturaleza variada y por matemática tienen pocas probabilidades de coincidir. Hubo un final y hubo felicidad, eso sí, aunque no necesariamente en ese orden y no entonces. Hubo luego más finales y otras felicidades, de cada uno por su lado. Pero igual que esa vez, egoísta y torpe, sólo podría dar razón de los que me tocaron (no los que me correspondieron sino que se acercaron y me tocaron, pues de otra manera no me habría dado cuenta).
miércoles, julio 04, 2007
2012
El mundo se va a acabar. Y todos nos vamos a morir. Y mañana será otro día (con o sin mundo; amanecerá en Marte y Júpiter). Ahí es cuando me pregunto qué es el mundo, si somos nosotritos, accidentes sonrientes a ratos, o todos, al tiempo e indiferenciados, o unos pocos que no nos incluyen, o lo que sabemos y lo que creemos, o sólo el planeta (perdón por lo de sólo). Si nos acabamos completos o a pedacitos o si somos hermanos y hermanas muriéndonos (si nos morimos) o si implotamos sin ruido, cada uno en su esquina diligentemente reunida y esculpida (para los que alcanzaron). ¿Y si fuera cierto y el 2012 fuera el último hito que le llegáramos a leer al tiempo? En ratos de harta indignación quisiera uno creer que es verdad para no averiguar cuánto más abajo es abajo, respecto a nuestros alcances. ¿Será que nos levantamos analfabetos o no sabiendo qué fue de occidente (e ignorando a oriente por falta de referencia cardinal) o mudos o ciegos o con alas en la espalda y avergonzados por no haberlas pedido o con una espada de fuego parada en la puerta del cuarto diciéndonos que quiubo a ver, háganle? Imaginemos, aunque sea por la gana de no dejar que el miedo a la lluvia de fuego y a las bestias de siete cabezas debidamente hambreadas para la ocasión nos haga gritar caos, que el tiempo, a punto de acabarse, comienza a ponerse más y más lento, como atravesando una jalea invisible, permitiéndonos ver (que no se diga que nos vamos con un mal recuerdo) su verdadera forma, con cada uno de sus minutos y segundos (sus nombres en correcto hebreo, supongo) nítidos como una sombra. Al menos podremos sorprendernos de si era lindo o no el bicho y si, a la larga, merecía tanta bulla y atención. ¿Pero y si no se trata más que de un hipo en la trama de las cosas y, por un instante, hay un silencio definitivamente absoluto que nos mete miedo hasta los huesos para después seguir, con todo y la cara burlona, como si nada, en la algarabía consoladora de antes? Tal vez deberíamos hacer el último concurso para diseñar el fin del mundo más hermoso y/o más interesante (aclaración: no el más acertado, pues lo más probable es que una cosa excluya a la otra), con premio simbólico, el mero orgullo será, porque no se cree que el único Sobreviviente (o Sus elegidos, distraídos en el estreno del juguete nuevo de la telepatía y la comunión con los leoncitos y las ovejas) ande para atender semejantes minucias cuando estará pensando en Su merecido descanso, entendiendo que si seis días de creación cansan, qué no serán cinco milenios de aguante. Ya registran las noticias que en el 2011 las fábricas de desmanchadores se enriquecerán por última vez, en previsión de la proliferación de sangre en el lavaplatos y en abril. De llegar a ser verdad que el callejón no tiene salida, ojalá sea contagioso el masoquismo, así llegamos todos igual de preparados.
miércoles, junio 20, 2007
Infamia
Con tiempo y atención todos los villanos terminan pareciéndose. Tuve un amigo, hace rato, que cuando se peleaba con alguien, por la razón que fuera, resultaba víctima de calumnias, ataques dementes y virus informáticos, invariablemente después de la tercera vez, mientras se había guardado la esperanza, las dos primeras, de que no fuera más que coincidencia. Por supuesto se consideraron la imitación y la simple y vulgar falta de imaginación de parte de los nuevos enemigos, aunque su mente elaboraba conspiraciones, no por más enredadas más interesantes, donde todos se unían para vencerlo en conjunto visto que no habían podido de a unito. Pero con la aburrición de tarde o temprano quedó bastante en evidencia una explicación más simple. Ayer oí una historia con villano reiterado, igual de ladrón y calculador que los de los otros cuentos contados por la misma persona, y desvarío hoy sobre cómo serán los míos, supongo que monótonos y repetitivos, incapaces de ver más allá de sus ojos, porque hasta las narices les quedan grandes. Como diría Borges: la historia de los hijueputas es personal.
viernes, junio 15, 2007
Las nuevas aventuras de Melodía Estéreo
Qué aburrición estar despierto hoy.
En los días quietos parece que el tiempo pasara en otra parte, como por lo general suelen hacer la historia (con mayúscula), la buena suerte o la felicidad. Parece en el primer momento que no hay tiempo y se mira cada nada el reloj esperando que se sienta aventurero y haya tenido algún arrebato, pero él está tan o igual de aburrido que uno y levantar cada segundo para avanzar le cuesta. Entonces uno se da cuenta de que ya es mediodía, dos días más luego, y para no sufrirse la imaginación pensando en la tarde que todavía falta almuerza, pues ni hambre es que se tenga, seguramente con pasta, cada tirita amarilla adormecida sobre el plato como un instante, una hora, una impaciencia, apelmazada contra las otras, indiferente, insoportable al segundo bocado. Qué gran cosa sería entonces que el día fuera como una ensalada, fresca, verde y crujiente, con sus gotitas de ácido. En medio de la quietud los sonidos llegan con la claridad de un televisor con un solo canal: el computador ronronea de infelicidad, los carros se persiguen y se empujan, la silla chirrea, las puertas de las otras oficinas se abren y se cierran, en cualquier orden, tal vez sin dejar entrar o salir a nadie, sólo por hacerlo y no entumirse. Una sirena, un teléfono, una voz ajena, las uñas que crecen, el almanaque recitándose solito con la música de los pollitos o de la iguana tomaba café. Y apenas van cinco minutos. No hacemos ningún esfuerzo por mantenernos a flote en medio de esta viscosidad porque, a pesar de todo, es más densa que nosotros, y en su apenas trasluz vemos pasar lejos las siluetas de los días activos ajenos, que ni siquiera se paran a mirarnos en medio de la pecera enorme, porque saben que a lo mejor mañana o pasado les toca el turno, aunque el celular les diga otra cosa.
En los días quietos parece que el tiempo pasara en otra parte, como por lo general suelen hacer la historia (con mayúscula), la buena suerte o la felicidad. Parece en el primer momento que no hay tiempo y se mira cada nada el reloj esperando que se sienta aventurero y haya tenido algún arrebato, pero él está tan o igual de aburrido que uno y levantar cada segundo para avanzar le cuesta. Entonces uno se da cuenta de que ya es mediodía, dos días más luego, y para no sufrirse la imaginación pensando en la tarde que todavía falta almuerza, pues ni hambre es que se tenga, seguramente con pasta, cada tirita amarilla adormecida sobre el plato como un instante, una hora, una impaciencia, apelmazada contra las otras, indiferente, insoportable al segundo bocado. Qué gran cosa sería entonces que el día fuera como una ensalada, fresca, verde y crujiente, con sus gotitas de ácido. En medio de la quietud los sonidos llegan con la claridad de un televisor con un solo canal: el computador ronronea de infelicidad, los carros se persiguen y se empujan, la silla chirrea, las puertas de las otras oficinas se abren y se cierran, en cualquier orden, tal vez sin dejar entrar o salir a nadie, sólo por hacerlo y no entumirse. Una sirena, un teléfono, una voz ajena, las uñas que crecen, el almanaque recitándose solito con la música de los pollitos o de la iguana tomaba café. Y apenas van cinco minutos. No hacemos ningún esfuerzo por mantenernos a flote en medio de esta viscosidad porque, a pesar de todo, es más densa que nosotros, y en su apenas trasluz vemos pasar lejos las siluetas de los días activos ajenos, que ni siquiera se paran a mirarnos en medio de la pecera enorme, porque saben que a lo mejor mañana o pasado les toca el turno, aunque el celular les diga otra cosa.
martes, junio 12, 2007
La verdad penúltima
En un artículo inédito de la Revista Semana estuvo a punto de revelarse que la responsabilidad de todos los desequilibrios sufridos por Colombia le corresponde a cierta sociedad secreta de ancianos que, desde las sombras (y cómo no), mueven los hilos a su antojo con el único y siniestro fin de seguir teniendo tema de conversación.
Una corrección
La voz unicornio más que a la teratología animal pertenece a la verbal, pues la palabra es un monstruo compuesto por una raíz latina (unicus: único, uno solo) y una raíz griega (ornithos, ornos: pájaro) y se refiere a algún bosque incierto en la antigua Europa Central, famoso por ser el único lugar del mundo conocido con tan solo un pájaro. Desafortunadamente, la palabra nos permite saber de la existencia de un lugar semejante, pero no nos dice nada sobre las características de ese pájaro solitario, cosa que implica una doble laguna en el bestiario, pues de esta manera no sólo desconocemos al ave sino que debemos suprimir al unicornio de la fábula conocida. Al parecer la confusión que vinculaba el nombre unicornio a la zoología y no la geografía, como correspondería, se debe a la costumbre del pájaro de usar como percha el cuerno único que nacía de la frente de cierta criatura blanca, semejante a un caballo pequeño, que también habitaba en su bosque.
martes, junio 05, 2007
Sobre la imposibilidad de los bosques
A veces dudo de mi impermeabilidad a la influencia ajena, sobre todo a la que me interesa poco llegando a nada. No estoy seguro de poder oír mencionar indefinidamente la pena de muerte como una solución sin que llegue el momento en que salga convencido y me dedique a su evangelización (¿cacoangelización?), o a la del oficio de rotular bandidos y joyitas, repartiendo una que una aureola (al parecer, sobrevive el convencimiento de que sólo un colombiano la merece), o a la de la creencia firme de que toda oposición nace de la ociosidad o la estupidez. Quisiera no ser tan débil. Reconozco, por ejemplo, gestos y dichos que no tenía antes de empezar a trabajar donde trabajo. ¿Por qué es tan fácil tener la razón y decepcionarse de los errores de los demás? Se trate de un equipo de fútbol o del país o de un brazo roto o del verdadero lugar de Dios en este vertedero de mierda (bastante criticable Su gusto), veo tanta certeza a mi alrededor que la duda ha dejado de ser el espacio del que cree que la verdad es algo más que lo simplemente evidente o que es una, santa, celosa y hematófaga, para pasar a ser una bajeza moral más. Si los “malos” merecen entonces un paredón público (y muy seguramente público es lo que no les faltaría nunca) ¿qué nos toca a quienes quisiéramos no tener que creer nada ni en nadie, ni en Nadie, mucho menos creer en quién se merece qué? Al menos ellos eligieron creer lo contrario. Con temor de recordarles la respuesta, Jesús ya había dicho que a los tibios los escupiría de su boca. Pero bueno, no dijo nada de los picantes o los ácidos, y no se metió con los amargos, así que tenemos esperanzas. (La verdad, se metió hasta con una pobre hiedra de nada, entonces mejor no nos hagamos ilusiones.)
sábado, junio 02, 2007
¿Natacha?
Las horas en que se me ocurre que no sé cómo se escribe bien ese nombre: ¿es Natasha o Natacha? Siempre me sonó más a lo primero, pero no creo haberlo visto escrito así.
martes, mayo 29, 2007
Paralaje del sembrador
Con el perdón de Jesús, a pesar de todo maestro de lo más interesante, es cierto que se cosecha de lo mismo que se siembra (deberíamos decir solamente), pero, añadamos como aclaración, se cosecha justo donde se siembra; es decir, así como obtendremos peras en un peral, también resulta que las conseguiremos en el lugar donde las sembramos y no a dos kilómetros de allí, donde sembramos olivas o guayabas, y donde con casi toda certeza cosecharemos guayabas u olivas. Y si hay peras tal vez las gracias le correspondan a algún pájaro pasajero, por eso siembra, lo que se dice siembra, no es que sea, así que menos cosecha. De modo que, cristianos paranoicos del mundo, a relajarse, que si por algún desacierto o distracción moral terminaron sembrando un rencor o una pena, rencores y penas se cosecharán allí y solo allí y no en el resto de la superficie de la vida, como si una persecución monomaníaca se desplazara bajo y entre la tierra, siguiendo nuestros pasos para brotar de súbito, y con justicia divina y airada, en el momento en que, por descuido o falta de ganas, nos detuvimos un ratico.
lunes, mayo 28, 2007
Natalia
Dijo que se cambiaba el nombre para no reconocer en público la pena que le impuso el entusiasmo de su papá, después de volver de la URSS, al ponerle Natasha. Yo la llamaba los miércoles por la noche (no me pregunten) y escuchaba a la familia gritando en latín al fondo del teléfono, como mostros del espejo esperando su hora, mientras la abuelita dudaba un momento antes de pasármela. Reaccionaba al oír su voz dura y disimulada y muy seguramente no hablábamos de nada. En un balcón que daba a un patio que tal vez no existía porque la noche no dejaba verlo se tuvo que aguantar mi versión número treinta mil (ochocientos siete) del discurso “no voy a volver a escribir” (nunca jamás). Pensé entonces que era mejor dedicarse a ayudar a los que tenían más aptitud y esperanza, como ella. Ojalá siga escribiendo. Una tarde espantó a las abejas de un bosque fumando bareta debajo de un árbol con panal y se lamentó como media hora, repartida en distintas conversaciones a lo largo de una semana.
Final del cuento
El ruido del teléfono retumbó en la mesa de entrada.
—¿Aló? —dijo, justo antes de recordar que no había ido hasta allí ni levantado la bocina.
—¿Aló? —y cayó en cuenta de que caer en cuenta no era suficiente. El teléfono seguía timbrando.
Fue hasta la mesa y levantó la bocina: —¿Aló?
Pero de todos modos no oyó nada porque no la había puesto contra el oído.
—¿Aló? —dijo, justo antes de recordar que no había ido hasta allí ni levantado la bocina.
—¿Aló? —y cayó en cuenta de que caer en cuenta no era suficiente. El teléfono seguía timbrando.
Fue hasta la mesa y levantó la bocina: —¿Aló?
Pero de todos modos no oyó nada porque no la había puesto contra el oído.
S.O.S.
¡Que alguien encuentre, por favor, el símil que remplace al del témpano! Nos estrellamos con la aburrición de un lugar común fastidiosamente útil. Manden paciencia.
jueves, mayo 24, 2007
Natasha
Hay dos cosas de las que no llevo la cuenta: el número de veces que aludió a su propia muerte (P. ¿Por qué hace eso? R. Porque me quiero morir) y el número de veces en que, ya sin hablarnos, me la he encontrado de casualidad (así ella se haga la que no me ha visto). Por eso la última vez que la vi sólo pude pensar en mi propia muerte, como si ella se hubiera convertido en una especie de emblema y se le hubieran disuelto con el tiempo de no verla los demás rasgos que eran ella para mí. Una parte, claro, se pregunta si todavía le da vueltas a la idea o ya no se las da de lo afianzada que está, sólo a la espera, pero otra parte la entiende perfectamente, sea cual sea la decisión que haya tomado. La oigo hacer una pregunta simple pero con una tristeza que duele; creo incluso que se le quiebra la voz mientras la hace: desesperadamente sola en la primera fila de un auditorio (evitó la tercera cuando me vio). Tarde o temprano llegaremos al punto en que desahogar la tristeza haciendo preguntas perdidas sea la única manera de seguir viviendo, como si respirar dejara de ser un sustento para pasar a ser una razón, la única y hasta última.
Génesis
En el principio había seis palabras. Siete con el título. Once, entonces. Veinte. Y vio Dios ser bueno. Línea dos.
miércoles, mayo 23, 2007
Pequeñas falacias
[Un ejercicio de traducción de poemas chinos y japoneses. Aclaración sólo para los curiosos (los demás bien pueden devolverse: devolverse pueden bien demás los, etc., o dar un salto de líneas): no tengo la más remota de chino ni japonés.]
El día quieto
y la lluvia
hacen un poema.
*
Oigo caballos en el camino
y una voz que le pregunta a mi yerno
la ruta para Pjong-Meng.
Mi hija me trae sopa.
Afuera es verano
y yo tengo frío.
*
En el techo una pelota de trapo
Se moja abandonada
Desde hace tres lluvias
Un niño llora
*
La libélula y el murciélago
se encuentran.
No sabemos qué se dicen.
La libélula sigue su vuelo.
*
El sol madura el melocotón en su rama.
El viento y el pico de un pájaro lo hacen caer.
La tierra lo pudre.
*
Todos los días veía a tu madre
Bajar por el camino que lleva al pueblo.
Todos los días la quise
Y al día siguiente más.
La quería más tan solo de verla volver del pueblo.
La quise aún cuando volvió de la mano de tu padre.
El día quieto
y la lluvia
hacen un poema.
*
Oigo caballos en el camino
y una voz que le pregunta a mi yerno
la ruta para Pjong-Meng.
Mi hija me trae sopa.
Afuera es verano
y yo tengo frío.
*
En el techo una pelota de trapo
Se moja abandonada
Desde hace tres lluvias
Un niño llora
*
La libélula y el murciélago
se encuentran.
No sabemos qué se dicen.
La libélula sigue su vuelo.
*
El sol madura el melocotón en su rama.
El viento y el pico de un pájaro lo hacen caer.
La tierra lo pudre.
*
Todos los días veía a tu madre
Bajar por el camino que lleva al pueblo.
Todos los días la quise
Y al día siguiente más.
La quería más tan solo de verla volver del pueblo.
La quise aún cuando volvió de la mano de tu padre.
miércoles, mayo 16, 2007
Los créditos del mundo
Se apagan las luces la última vez, cada una con su demora de miles o millones de años. Hay un instante de oscuridad absoluta y comienzan a correr créditos. Alcanzamos (bueno, ya no estamos pero especulemos) a preguntarnos quién habrá hecho qué, suponiendo, como hasta ahora, que o bien se trató de la obra de uno solo (¿Uno Solo?) y esta va a ser la lista de créditos más aburrida de todos los tiempos, o bien de dos, y con eso lo máximo que podemos esperar es la sorpresa de haber acertado o no. Muy seguramente la banda sonora, al menos en los mejores momentos, y con ella tal vez la coreografía, hayan sido hechas por el de la mala fama (al menos es quien la ha tenido por más tiempo, aunque hacen méritos por empatarlo). Como es posible que haya metido mano en los mejores diálogos. Habrá que preparar los tomates para el que se hizo cargo de la edición, si se puede decir que se hizo cargo. Los efectos especiales, digámoslo, han sido demasiado dramáticos, como si cada segundo fuera una escena de Los diez mandamientos o qué se yo. La historia, además, es en exceso patética, y los protagonistas dejan mucho que desear: siempre ha sido evidente que su calidad de estrellitas ofusca su desempeño o la mejor identificación con sus papeles, o incluso de sus papeles. Las palmas, todas sin la menor duda, se las llevan los extras: ellos son el verdadero espíritu de este cuento. Pero por supuesto, no todos van a ser mencionados.
Fragmentos de diarios apócrifos (2)
[Las dos entradas con este nombre están aquí por, o para, una amiga a la que los diarios conflictúan. Entendiéndola, espero que esto la anime a escribir el suyo.]
Lunes 14 de mayo:
Ayer fue domingo. Trece. El sábado no parecía anticipar tamaño portento.
Martes 15 de mayo:
De seguir las cosas así, parecería que mañana corresponde un miércoles, muy posiblemente 16. Es extraño este mundo que nos tocó y que, al parecer, es lo único que nos toca, pues nadie más se ve interesado en atender a nuestras preguntas.
Miércoles 16 de mayo:
Es demasiado, no lo puedo soportar más. El increíble azar del tiempo en esta ciudad ha hecho que comience a temer por mi cordura.
Lunes 14 de mayo:
Ayer fue domingo. Trece. El sábado no parecía anticipar tamaño portento.
Martes 15 de mayo:
De seguir las cosas así, parecería que mañana corresponde un miércoles, muy posiblemente 16. Es extraño este mundo que nos tocó y que, al parecer, es lo único que nos toca, pues nadie más se ve interesado en atender a nuestras preguntas.
Miércoles 16 de mayo:
Es demasiado, no lo puedo soportar más. El increíble azar del tiempo en esta ciudad ha hecho que comience a temer por mi cordura.
I'm not OK
feeling scared today
writing: I am OK
a hundred times
the doctor said
I am OK
I am OK
I'm not OK
—Eels, "Electro-shock Blues"
writing: I am OK
a hundred times
the doctor said
I am OK
I am OK
I'm not OK
—Eels, "Electro-shock Blues"
martes, mayo 15, 2007
Fragmentos de diarios apócrifos
13 de mayo, noche. Esta tarde caminé por la Avenida Suárez Verdi tarareando una canción que me sé a medias y que resultó ser la misma que cuatro cuadras más adelante tocaba un ciego en un acordeón con un sonido misteriosamente francés. Acordeón nacional de sonido importado, pensé. El sentimiento de extranjería se acentuó entonces y con él ese comodín fastidioso y obligatorio que es la no pertenencia. Me sentí dispuesto a regalarme a la primera persona con quien se cruzaran nuestras miradas con tal de deshacerme de ella y ser un alguien en algún lugar, así fuera encima de una repisa o del hogar y bailando con porcelanas infulares hasta llevarlas al borde y atormentarlas un poco o mucho con el suelo allá abajo, o no atormentarlas sino pasar de una vez al sadismo irresponsable de desbaratar casa ajena (quién los manda) comenzando con una invocación a la escoba y el recogedor. Pero la fantasía se desvaneció sin sonido de burbuja plateada que estalla y yo mientras tanto había avanzado dos cuadras más. Paso lento y sin ambición, a paso lento y sin ambición, a un paso lento y sin ambición.
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